
Hay quienes no logran concentrarse cuando intentan la escritura en lugares abiertos. Otros se sienten a gusto para enfrentar la tarea en esos mismos lugares.
¿Dónde te concentrarás para desarrollar tu escritura?
Por regla general debes aprender a conocerte a la hora de escribir para que respetes tus necesidades y evites la incomodidad. Si prefieres escribir en tu casa es aconsejable que dispongas de un lugar confortable en el que puedas quedarte durante varias horas. Pero no necesariamente debes permanecer inmóvil. En los momentos de concentración, previos a la escritura, puedes estar en movimiento. Salir a caminar, por ejemplo, suele ser un ejercicio beneficioso. Las buenas ideas también pueden aparecer cuando te mueves, cuando cambias de lugar.
Los bares han sido los lugares preferidos por algunos de los escritores más célebres, como Hemingway, Joyce o Simone de Beauvoir.
A muchos se les facilita la concentración en un bar porque éste les ofrece una distracción ajena a la tarea. Se dice que Mozart, cuando componía, le pedía a su mujer que le leyera una novela romántica.
Los disparadores de la escritura que se tienen a mano
Los disparadores (generadores de ideas) exigen de ti sólo dos condiciones para captarlos:
1 Que estés atento.
2 Que no estés cansado.
Estos generadores de ideas pueden ser de los siguientes tipos:
Ínfimos: Ejemplo: Un gesto que advertimos al pasar.
Pequeños: Ejemplo: Una gorra que se vuela.
Grandes: Ejemplo: Un anuncio callejero de campaña política.
Enormes: Ejemplo: Un hombre muy alto que tiene que agacharse para pasar por una puerta.
Fragmentarios: Ejemplo: Un adolescente que se mete en la conversación de sus compañeras a la salida del colegio.
Casi completos: Un disparador siempre se completa durante el proceso de la escritura.
Buscar una segunda interpretación de lo ya conocido
Puedes generar una idea buscando otra interpretación de las cosas. Una buena idea sería la de engañar al personaje y al lector poniendo en escena un arma de fuego (normalmente indica que alguien la usará) y que luego no suceda nada.
Darles la vuelta a las cosas no se basa únicamente en generar mecanismos contrarios a lo que el lector espera, sino que también implica mirar las cosas de otro modo, desde un ángulo diferente.
Debes convertir lo que se espera en una situación insospechada. Te doy un ejemplo: Imagina que el conde Drácula está en un bar nocturno. Lleva puesto un delantal blanco. Se dirige a una mesa. Lleva una bandeja. Su rostro demuestra su furia y sus colmillos. Apoya la bandeja en la mesa, toma una lata de gaseosa, la perfora con sus colmillos y llena una copa. El cliente le extiende una gota de sangre a modo de propina. Drácula se retira de la mesa sonriendo, mientras dice para sus adentros: “¡Qué tacaño!”
Otra fórmula válida es la de utilizar un género literario para expresar un contenido distinto del que podría esperarse según su naturaleza. Por ejemplo: Escribes una declaración de amor valiéndote de un anuncio publicitario. (Tal vez un pasacalles)
Y esto es posible porque escribir también es transgredir las normas e ir más allá de lo que se supone.
La intuición creadora
Desde los tiempos de Platón y Aristóteles hay quienes creen en la existencia de la inspiración, aquella que depende de las musas. Hoy se sabe que cuando se habla de inspiración en realidad se está mencionando a la intuición creadora. Cuando tal intuición creadora se presenta, por alguna razón, se percibe algo que es, ni más ni menos, el germen de una idea. Quizás se trate de una corazonada, o de un rapto o de una iluminación súbita.
No existe tal inspiración, lo que sí ocurre es un periodo de concentración, que cada cual maneja a su modo, y en el que los escritores nos preparamos para recibir el germen de una idea que nosotros mismos provocamos. Para iniciar y desarrollar nuestra escritura nos obligamos a ser imaginodependientes.
Mario Daniel Casas