
En la posguerra que sobrevino tras la Primera Guerra Mundial, las grandes potencias vencedoras se vieron en la necesidad de emprender dos importantes tareas: resguardar al mundo de un avance comunista y reestructurar el mapa de Europa. Pero ambas metas se superponían.
La pugna por el nuevo orden internacional
Primero, las mayores potencias idearon que si Rusia sobrevivía a su revolución la aislarían con un “cordón sanitario” de estados anticomunistas, según el lenguaje diplomático de aquel entonces.
Los nuevos estados eran completamente hostiles hacia Moscú porque, en gran medida, se habían constituido sobre territorios de la antigua Rusia. Tales estados eran los siguientes, enumerados de norte a sur: Finlandia, región autónoma que había superado una contienda interna que fue permitida por Lenin; Estonia, Letonia y Lituania (que aparecieron de la nada); Polonia, que volvía a ser un estado independiente luego de 120 años, y Rumania, que duplicó su extensión al incorporar territorios austríacos y húngaros (que habían pertenecido al imperio de los Habsburgo) y Besarabia (tierras arrebatadas a Rusia)
Alemania le quitó a Rusia gran parte de esos territorios. Y los rusos los hubieran recuperado de no haberse producido la revolución comunista.
La Rusia revolucionaria evitó que el “cordón sanitario” prosperara llegando a un acuerdo con Turquía, la cual, si bien no era comunista, odiaba a los imperialismos de Gran Bretaña y de Francia. Por lo tanto, los estados independientes de Armenia y Giorgia, establecidos por el tratado de Brest-Litovsk no sobrevivieron. Tampoco obtuvo un resultado positivo el intento de los británicos de quitarle a Rusia el territorio pretrolífero de Azerbaiján. Esto también se debió a que Rusia obtuvo una victoria comunista en su guerra civil (1918-1920) y a la firma de un tratado turco-soviético en 1921.
En el este, los aliados permitieron que Alemania impusiera las fronteras a Rusia, pero se mantuvo la zona bajo una continua observación.
Severas condiciones de paz
A los alemanes les impusieron una paz bajo condiciones muy severas. Una cláusula daba cuenta de su culpabilidad de la guerra. Se entendía que era la única responsable de la misma y de todas sus consecuencias. El espíritu del tratado era el de mantener al país germano en una situación de permanente debilidad. Pero estas tiránicas exigencias de posguerra constituirían, por escrito, la inestabilidad de base que motivaría la siguiente guerra mundial.
Tales condiciones fueron:
Modificaciones territoriales
Francia recuperaba Alsacia-Lorena.
Una amplia zona del este alemán pasó a formar parte de la Polonia que se restauraba.
El resto de las fronteras alemanas sufrieron leves modificaciones.
Otras medidas
La flota alemana no debía ser numerosa.
Prohibición de poseer fuerza aérea.
Reducción de su ejército terrestre a sólo 100.000 soldados.
Resarcimiento económico teóricamente infinito a los vencedores por los costos de la guerra.
Ocupación militar de un sector occidental del país.
Alemania perdía todas sus colonias de ultramar. (Las mismas pasaron a ser controladas por británicos, franceses y japoneses)
Un mecanismo para evitar una nueva guerra mundial fue sugerido y prácticamente impuesto a los políticos europeos por el presidente de Estados Unidos Wilson: instaurar una Sociedad de Naciones. En resumidas cuentas, el organismo internacional no alcanzó ningún grado de eficacia.
Un grueso error de posguerra
El tratado de Versalles no cimentaba una paz duradera por una sencilla razón: Tanto Alemania como la unión Soviética eran dos grandes potencias europeas que fueron eliminadas por la fuerza del escenario internacional al negárseles un protagonismo independiente. Y era evidente que cuando una o ambas recuperaran protagonismo no tardaría en desatarse una nueva guerra.
El mayor error de los vencedores fue el de no permitir que los vencidos se rehabilitaran.
La nueva realidad de los gigantes europeos en posguerra era la de una Alemania reprimida al extremo y una Rusia absolutamente proscripta. Rusia se vio obligada a avanzar hacia el desarrollo por el camino del aislamiento. Ambos países vieron con buenos ojos el acercamiento político, lo que ocurrió en la década del 20.
La gran crisis económica mundial que se desató por aquellos años llevó al poder en Alemania y en Japón a fuerzas políticas de extrema derecha. Éstas avanzaban hacia un cambio rotundo del orden mundial mediante el enfrentamiento inmediato, en desmedro de un cambio gradual negociado.
El final de la posguerra ya estaba al alcance de la vista.
Mario Daniel Casas